jueves, 18 de octubre de 2007

CESAR ABRAHAM VALLEJO MENDOZA


(Santiago de Chuco, 16 de marzo de 1892 - París, 15 de abril de 1938)
CESAR ABRAHAM VALLEJO MENDOZA - "El más grande poeta universal después de Dante". Muy joven se relacionó con intelectuales destacados de la época en la ciudad de Trujillo. Aquí estudió letras en la Universidad Nacional (1915) alcanzando el grado de Bachiller en Letras. Integró el grupo "Norte" en el cual se encontraba Víctor Raúl Haya de la Torre, José Eulogio Garrido, Alcides Spelucín, Macedonio de la Torre, Juan Espejo Asturriaga, liderados por Antenor Orrego. En aquella época se vivía un ambiente febril sacudido por conflictos sociales y políticos.

Viajó a Lima donde conoció e hizo amistad con don Manuel Gonzales Prada, Abraham Valdelomar, así como josé Carlos Mariátegui, José María Euguren, Juan Parra del Riego, y Luis Alberto Sánchez. Pero al morir Gonzales Prada, el poeta se sintió muy afectado, y es entonces que le dedicó al gran maestro el poema inmortal "Los Dados Eternos" que hoy glosamos en esta nota como recuerdo permanente al vate nacional. También anexamos el poema "Los Heraldos Negros", y "Dios", verdaderas joyas de la literatura universal. La profundidad y calidad humana de estos versos no han sido superados hasta la fecha, pese a que contamos con miles de "doctores" que egresan de más de 90 universidades con 3 y más filiales cada una por todo el Perú. Vellejo, murió en París el 15 de abril de 1938 donde reposan sus restos hasta la actualidad.

LOS DADOS ETERNOS
Para Manuel González Prada, esta emoción bravía y selecta,
una de las que, con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro.

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo no
es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre:¡el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,

en el hueco de inmensa sepultura.

César Vallejo, 1918

LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes...¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se emposara en el alma...¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
César Vallejo
DIOS

Siento a Dios que camina
tan en mi, con la tarde y con el mar.
Con él nos vamos juntos. Anochece.
Con él anochecemos, Orfandad...
Pero yo siento a Dios. Y hasta parece
que él me dicta no sé que buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste;
mustia un dulce desdén de enamorado;
debe dolerle mucho el corazón.
Oh, Dios mío, recién a ti me llego
hoy que amo tanto en esta tarde; hoy
que en la falsa balanza de unos senos,
mido y lloro una frágil Creación.
Y tú, cuál llorarás..., tú, enamorado
de tanto enorme seno girador...
Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
porque jamás sonríes; porque siempre.
Debe dolerte mucho el corazón.

César Vallejo

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