jueves, 23 de agosto de 2012

DEMOCRACIA DIGITAL


REVOCATORIA ELECTRONICA
Escribe: Víctor Omar Mendoza Rodríguez

E
n tiempos de modernidad y tecnología resulta ilógico mantener procedimientos arcaicos para la elección y revocatoria de autoridades. Estos métodos son costosos, inseguros e incentivan el burocratismo y la corrupción así como la ineficiencia que se reflejan en el caos institucional y de gestión, como se observa en diversos sectores de la administración pública.
El sistema vigente para elegir o designar autoridades no es uniforme, es desigual, y podríamos colegir que tampoco es democrático cuando la designación es a dedo, por la dosis subjetiva y especulativa de intereses políticos y económicos. En esos casos algunas veces son electos los que más gastan en publicidad, o más bienes regalan a los pobres, no se valora la capacidad y experiencia del candidato. Existen actores que se reciclan periódicamente y en cierta forma pretenden ser vitalicios recordándonos a Manchego Muñoz y Octavio Alva del siglo pasado. En otros casos existe una suerte de metamorfosis con el fin de no perder poder, y se reubican en otra tienda de la palestra política; pero en el fondo hacen resistencia al cambio por la Gran Transformación que tiene origen desde los tiempos de Víctor Raúl. Lo único que cambia es la cara de la autoridad o su estatus social; pero nunca llega la ansiada justicia social.
Existen profesionales de la política que venden la idea que democracia es el acto electorero por el cual el pueblo elige autoridades para un periodo determinado y mancha su dedo periódicamente, cuando en realidad elegimos a nuevos patrones que eventualmente hacen uso y abuso del poder burlándose de sus promesas. Ofrecen pan y nos dan palo. Hablan de justicia y no acatan las resoluciones judiciales y la Ley. Cobran arbitrios de seguridad ciudadana sin prestar servicio alguno, cuando vivimos en total inseguridad frente al chantaje, extorsión, o sicariato. Ya nadie está seguro ni en su propia casa. Dicen que la pobreza disminuye; pero recrudece la TBC infectando a médicos y enfermeras que son los encargados de curarnos; el desempleo y la ola criminal alcanzan los niveles altos. Lo propio ocurre con la contaminación ambiental por efectos de la explotación minera. Por su parte la corrupción parecería legal, y no observamos sanciones eficaces en altos niveles del aparato estatal. Las obras públicas muchas veces son improvisadas, sobrevaluadas, efímeras y de mala calidad. Hay alcaldes que se limitan a parchar y pintar pistas, imponer papeletas a los autos, o amenazar a los pobres por retraso en el pago de arbitrios de inseguridad ciudadana, descuidando los cinturones de miseria en barrios marginales y pueblos jóvenes que siguen en abandono esperando otra elección sin esperanzas por la “Gran Transformación” que data desde los años treinta del siglo pasado. Solo en contados casos pocas autoridades pasan por tediosos y costosos procesos de revocatoria que muchas veces se frustran por el poder económico que limita el derecho del pueblo. Creemos que cada elector así como decide elegir a la autoridad que lo representa, tiene perfecto derecho a revocarla cuando ésta defrauda la voluntad popular, y/o se burla de sus promesas electorales y no las cumple. Este es un derecho fundamental de la democracia real que todos debemos promover y respetar.
¿Cómo se ejecutaría la revocatoria? En principio todas las autoridades sin excepción deben estar sujetas a revocatoria. La tecnología permite ejecutar actos en tiempo real, de tal forma que es factible implementar programas o software que desde cualquier parte del territorio usando una computadora, cada ciudadano puede expresar su voluntad revocadora de modo eficaz y sin costo alguno. En tal sentido el Jurado Nacional de Elecciones – JNE – tan pronto confirme que el resultado del voto inverso o revocador alcance el cincuenta y uno por ciento del total de votos válidos que determinaron la elección, deberá expedir la resolución pertinente declarando Revocado el mandato de la autoridad cuestionada, y luego convocar a elecciones. Para dicho efecto, el Congreso Nacional tiene el deber de estudiar y aprobar la norma legal pertinente. Sólo así podremos hablar de democracia real, desterrando la falacia del engaño por promesas incumplidas, o la presencia de autoridades venales y corruptas.